¡ Hasta mañana, niño, hasta luego, hermano !

Hoy, a diferencia de otros días, cuando me venía hacia la reunión, me acompañaba esa sensación amarga y dulce que nos define la vida. Venía alegre por volver a unirme, codo con codo, con mis hermanos de directiva para retomar el rumbo, a ensalivarme las manos y volver a coger los remos que hacen que esta Asociación maree con el viento en la popa. Y venía, vengo, con el sabor amargo que previene una despedida, de un hasta luego. Y debía conformarme que es eso... un hasta luego. ¡ Qué poco nos ha durado el caramelo! ¡Tanto tiempo esperándote y, cuando te conviertes en un remero más, vas y te alejas! .

Y otra vez la distancia, la desconsoladora distancia, la maldita ausencia llenando un trozo tan importante de nuestras vidas. Otra vez echando de menos. Pero lo peor es que ahora eres tú, Rafael. Ahora no sólo es que un miembro de nuestra Junta Directiva que en tan corto espacio de tiempo se ha ganado nuestro respeto, pero sobretodo nuestra amistad; que un miembro de la Junta Directiva que en tan corto espacio de tiempo nos ha ganado por su simpatía, por su vitalidad, por su saber hacer, y también, por su saber decir, por su optimismo, por su sensatez, por su atrevida y cándida sensatez que a todos nos ha embargado, que un miembro de la Junta directiva que en tan corto espacio de tiempo se ha involucrado en los quehaceres de la gestión que... te nos has hecho indispensable.

Lo peor de todo es que ahora eres tú, Rafael.

Y además de todo esto, mi hermano, nuestro hermano. ¡La vida es así! Y nos has enseñado que es mejor ser un niño grande, como lo que tú eres, para ver las cosas desde la generosidad con que tú las ves, para ser tan desprendido que hasta te quitas de ti para dárselo a los demás, que te entregas como un niño enamorado de la vida se da: sin límites. Y nos has enseñado que se es más feliz desde tu sabia inocencia.

¡Suerte, hermano! Tú también te dejas aquí una familia. Tú también aquí eres necesario. Tú también eres aquí querido y respetado.

Y fíjate como somos. Todavía no nos acostumbramos a que nos dejes y como si estuvieses en Madrid, te vamos a pedir un “mandao” más: ve allí y lucha, muerde, arranca, para que la vida te vuelva a sonreír.

Y, además, que recuerdes. Tú has sido ausente de Puente Genil y sabes, porque ese estigma no se borra, como tus tatuajes, cuánto nos reímos al llegar al pueblo; pero sabes qué falta nos hace el respeto y el amor de los que allí estáis, sobretodo, cuando tenemos que volver a Madrid.

Recuerda y pregona a los cuatro vientos que aquí, en la capital, hay gentes de tu pueblo que lo añoran y que la nostalgia, a veces, les rompe el alma. ¡Díselo, díselo! Con tu trabajo y dedicación a esta Asociación desde tu privilegiado espacio pontanés.

¡Suerte, Rafael! Y lucha, muerde, arranca, para que la vida te dé lo que te mereces, lo que tú, con tu sola presencia das a los que te rodean: Felicidad. ¡Sé feliz, hermano!

¡Suerte, Rafa! Y lo que te decíamos cada vez que terminamos nuestras reuniones: ¡Hasta mañana, niño, hasta luego, hermano!

Manuel Ángel Borrego