Pues tal vez tengas razón, que
las cruces son en mayo y ahora estamos en julio y que ya no es el momento para
colgar esta crónica. Tal vez tengas razón, pero, y sabiendo que cualquier cosa
que te dijera te sonaría a subterfugio, y conociendo que el tiempo teñirá con
la pátina temporal todo lo que te diga, el corazón no me dejará tranquilo si no
te cuento qué pasó en esos tres días para lo pocos, lo muy pocos, que asistimos
a la actividad propuesta por la Junta Directiva en la última Asamblea General
Ordinaria.
Supuso un experiencia plena de
sensaciones, vivencias, de incontables posibilidades de llenarte, de otra
manera y una vez más, de nuestro pueblo.
Y como te digo, una escasa
veintena de socios nos pusimos en camino para vivenciar algo de lo que nos habían
hablado y que queríamos percibir. Queríamos saber si era verdad lo que nos
contaban a cerca del estupendo ambiente que en esos días se inhala en Puente
Genil. Bueno, querido amigo, pues se quedaron cortos. Te lo cuento.
Ya desde el primer momento de la excursión
todo denotaba que íbamos a regocijarnos con algo memorable. Ya desde la salida
del viernes 18 de mayo a las 19:00 se sabía que, aunque pocos, muy pocos, los
que asistíamos, íbamos a ser partícipes de unas jornadas en que la amistad y la hermandad se iban a
ver potenciadas, ampliadas, fortalecidas
porque, también, la amistad y la hermandad se vigorizan con las alegrías
conllevadas y las realidades festivas.
Y dicho y hecho, pues ya en “Las
Canteras”, habitual lugar de restauración de fuerzas en nuestros viajes
cuaresmales, pudimos complacernos con una alegre y suculenta merienda-cena que
nos permitió llegar hasta nuestro pueblo, allá por las dos de la madrugada con
fuerzas para que algunos, pues no todos lo entendimos bien, pudieran ya
deleitarse con el alegre y festivo ambiente nocturno que gobierna estas cruces.
Al día siguiente, desayuno típico
pontanés para los ausentes que llegamos al pueblo, es decir, en dos partes:
primero, visita obligada a una churrería para degustar, mientras paseas, un “jeringos”
que , a aquellos que vivimos La Puente de recuerdos, nos transportan a tiempos
pretéritos en los que no había canas, ni “goteras” y peinábamos rebeldes
flequillos y después, su cafelito y sus “tostás”, auténtico combustible
orgánico que nos transmitió las ganas necesarias para una jornada completita.
Los que conformábamos el grupo de
miembros de la Asociación, más los amigos que se habían sumado, quedamos en
vernos a eso de las doce del mediodía, para, como piña inseparable, ir
visitando esas cruces de las que nos habían hablado.
Empezamos por la que el Grupo de
nuestro hermanito Jonathan (“Los Martirios de Jesús”), hijo de nuestros
queridos amigos Lucas Ramírez y Paqui Delgado, tienen en la calle Sol y donde
unas frescas cebadas fermentadas, con su malta y su lúpulo (cuánta tontería
para decir “cervezas”) nos pusieron a la temperatura ideal tanto por fuera como
por dentro(desde aquí recomendamos el consumo responsable de alcohol). Unas
tapas cariñosa y deliciosamente preparadas ayudaban a que, como hemos dicho, se
responsabilizara la ingesta de refrescos y espirituosos.
Visitamos, también la Cruz
confeccionada por el Ampa del Colegio “Compañía de María”, donde pudimos
saludar a nuestro querido y admirado pregonero del Jueves Lardero de 2012,
Antonio José Ortega Cáceres; visitamos, del mismo modo, la que en el patio del
antiguo convento de la Asunción (Hospital) tenía el II Grupo de María Santísima
de La Amargura. Desde allí nos dirigimos al cuartel de “La Historia de Tobías”
(El Pez). Esta Cruz, galardonada en otras convocatorias con los primeros
galardones, había sido confeccionada, en esta ocasión en la convocatoria
únicamente tenía el carácter de muestra, con igual o incluso más interés y
cariño que en años anteriores. Verdaderamente una obra de arte ornamental
situada en su patio. En la puerta, toldo para aliviar la sutil canícula de mayo
a los veladores salpicados del mismo
ambiente festivo que en todas las cruces visitadas, pero que se multiplicó por
el infinito cuando los hermanos de “El Pez” vieron que la Asociación Manantera
de Puente Genil en Madrid, encabezada por su Presidente, nuestro Carlos Mora, a
la sazón fundador de dicho Grupo, visitaba su cuartel. Regalos y atenciones por
doquier y donde ya, a partir de ese momento, pudimos disfrutar de la presencia
de Rafa Borrego y de su familia, antiguo miembro de la Junta Directiva de la
Asociación y que hoy disfruta de nuestro pueblo “tolosdías” al haber fijado
allí su residencia.
Dejamos “El Pez” y nos acercamos
al cuartel de la Corporación “Los Pecados de David” (El Cirio) donde, al lado
de su marinera Cruz de Mayo nos esperaba ese pontanés de pro y ejemplar
manantero que es Manuel Chaparro. Porque él quiso, no nos faltó de “ná”, porque
Manolo es así, demostrando su cariño a la Manantera cada vez que puede y sus
“mandaos” al pueblo le dejan.
¿Qué qué hora era? ¡La cosa
estaba como para mirar el reloj! Mira, te puedo decir que era como una Feria de
Agosto pero con quince grados menos. ¡Casi “ná”! ¿Y quieres que miremos la
hora? ¡Te puedo decir que era de día y que quedaba sol “pa” rato!
Y tanto, porque de “El Cirio” nos
fuimos a visitar la Cruz que la Cofradía de la Santa Cena y María Santísima del
Amor habían levantado en su casa-hermandad.
Y más de lo mismo: alegría,
hermandad, amistad, risas, chascarrillos y… potaje; porque allí nos comimos,
invitados por la Cofradía, un potaje de garbanzos absolutamente delicioso que
ponía colofón a una degustación de tapas, a muy buen precio, todo hay que
decirlo, desde que empezamos, y que nos sirvieron de desubicado pero
completísimo almuerzo.
¡Sigues teniendo razón, querido
amigo! Era obvio que teníamos que descansar. Después del consabido “cafelito” adicional
y algún dulcecito, la mayoría se retiró a sus aposentos a reponer el cuerpo y
el espíritu puesto que como grupo habíamos quedado para cenar en el restaurante
Burdeos que regenta Álvaro Tabares y que nos atendió con una amabilidad y
profesionalidad que, en correspondencia, nos requiere a su recomendación.
¡Gracias Álvaro por tu cariño y amistad!
Bueno, de los que no siguieron el
sabio consejo de dar reposo al cuerpo y al espíritu y continuaron, otra vez, la
visita nocturna a las distintas cruces, solo te puedo dar noticias
personalmente, creo que es mejor. No por nada, sino por lo dilatado de la jornada
de luz artificial. ¡Tú ya me entiendes!
¡Y es que quedaba el domingo! Un
día en el que gracias a las gestiones de nuestro Presidente Carlos Mora en la
Diputación de Córdoba, en la persona de nuestro querido y respetado paisano
Antonio Pineda, pudimos visitar los patios del Palacio de Viana. ¡Vaya joya,
niño!
Patios decididamente preciosos,
acogedores, generosos con el visitante, capaces de dejarte embelesado. Cada uno
de los trece patios distinto a los demás en tamaño, ornamentación, vegetación,
diseño, luz, olor y sensaciones. Y eso que la mañana estaba lluviosa y si no
que se lo digan a mi hermano Antonio Mora que aguantó uno de los chaparrones,
de esos que echan agua como si no hubiese llovido nunca, a cuerpo serrano y con
mucha, pero que con mucha elegancia; bueno, pues a pesar de eso, la visita nos
permitió disfrutar de algo que para algunos, entre los que me encuentro,
hubiera supuesto el broche de oro a unas jornadas que no sólo tardaré en
olvidar, sino que me hice el firme propósito de repetir en cuanto la vida me
deje.
Realmente el broche de oro lo
puso una comida de hermandad en la sede de la Asociación de Plateros cordobeses
en donde nuestro Vicepresidente Carlos Martín quien, a pesar de estar
convaleciente y por tanto no poder asistir, nos había contratado un menú
completísimo y que sirvió de vehículo para disfrutar de otro rato más de la
amistad y fraternidad que había agrandado hasta, en algunos momentos, a
oníricos límites, esta actividad de la Asociación Manantera de Puente Genil en
Madrid.
Pues, como te he dicho, tardaré
en olvidarla y la repetiré. Y además, si puedo, con todos los que fui, y si son
más, mejor.
Porque disfrutar de nuestro
pueblo, querido hermano, cuando huele a primavera, esa que tan magistralmente
describen nuestros poetas, pero, también, esa que tan cariñosamente nos
contaban los que la habían vivido a los que casi nunca la disfrutamos, con el
ambiente festivo de una “feria chiquita”, con el regusto de una semana santa
recientemente saboreada, con el calor dulce de tu amistad pero con el
temperatura suave que el Genil te regala en un florido mayo… es difícil de
igualar.
Tal vez se parezca al abrazo de
un padre. Tal vez se parezca al beso de una madre… ¡tal vez!
Manuel Angel Borrego
Aunque han llegado un poco tarde la crónica y las imágenes, menudo rato echamos, qué maravilla lo que nuestros paisanos han montado para estos días, que vitalidad, que alegría, todo ello lo pudimos compartir con todas las cruces. El domingo reiterarnos en que tenemos una ciudad, como es Córdoba, que creo que es la gran desconocida para muchos, una fantasía de color y formas los patios del Palacio de Viana. Gracias a todos y para el año que viene aprovecharla, que para eso la Junta Directiva trabaja, para que lo paséis bien y conozcáis lo mejor de nuestro pueblo.
ResponderEliminarAunque hace tiempo de la actividad, las cosas buenas no se olvidan, y las cruces de Puente Genil es una de ellas, yo que aunque soy Pontano no las conocía.
ResponderEliminarQuede sorprendido por la creatividad de las cruces y por la actividad de la gente en las casetas, y aunque fuimos pocos, la verdad es que no se necesita mucha mas gente para pasarlo bien, yo me reí un pecha, o una jarta, como os guste mas, prometo volver el año próximo, " si el TERRIBLE me lo permite".
Corboba, que decir de esta ciudad que no se haya dicho,
bueno si puedo decir que es la primera vez que me llueve en esta ciudad (y puedo decir que la lluvia en Cordoba es una maravilla)como sus patios, o como su mezquita,o como el restaurante que comimos que nos atendieron de maravilla.
Denuevo objetivo alcanzado.