Después de dos años en los que por diversos motivos no se había celebrado “la capea” que anualmente organiza la Asociación Manantera de Puente Genil en Madrid, y a petición de una amplia mayoría de sus miembros, el pasado día 27-06-09, la Directiva de la Asociación volvió a convocar a sus hermanos para reunirnos en torno a una magnífica fiesta campera.
Como en años anteriores, el lugar escogido fue el “Rancho Santa Mónica”, sito en Villasequilla, provincia de Toledo, a unos 60 Km de Madrid. Una finca de gran extensión, que abarca en sus instalaciones una importante variedad de infraestructuras dedicadas a actividades lúdicas y festivas.
La fiesta comenzaba a las once de la mañana, y a esa hora tenían prevista la llegada a Villasequilla tanto los socios que se desplazaban en su coches particulares, como los que lo hacía de forma gratuita, puesto que lo subvenciona la Asociación, en el autocar. Ómnibus que fue recibido por expertos caballistas, y escoltado hacia el interior del rancho, donde ya estaba preparado el almuerzo con el que fuimos acogidos: tortilla española, jamón y queso, regados con una sangría fresquita y bebidas sin alcohol para los más pequeños.
Una vez dimos buena cuenta de tan apetitosas viandas, un improvisado jurado debía dilucidar quiénes serían los reyes de la fiesta. Los aspirantes/as, tras verse en la necesidad de hacer un simpatiquísimo desfile, al son de marchosa música y ante la concurrencia, si cual Pasarela Cibeles se tratase, fueron benévolamente juzgados por un improvisado comité que nombraba a la Reina, Rey y Reina infantil de la Fiesta Campera.
Una vez en la plaza, los más atrevidos, protegidos con percales y franelas, unos con más arte que otros y otros con más valor que unos, corrieron delante (asustados) y detrás (también asustados) de los astados e intentaron “torear” a los becerros que iban saliendo por la puerta de toriles, hasta tres, de menor a mayor tamaño, y que fueron “lidiados” por los espontáneos toreros. Algún que otro revolcón hubo, pero sin consecuencias significativas. Fue curioso que los revolcones más contundentes fueran los de Florentino y Juan Manuel Franco, excelentes toreadores, padre e hijo, hermanos del evangelio los dos y cuya figura preferida es San Lucas, cuyo símbolo es El Toro. Sería por eso por lo que no recibieron más, porque motivos hicieron.
Después de la divertida capea, disfrutamos de tiempo libre, en el que, y debido al calor que hacía, la mayoría optamos por un apetecible “remojón” en la piscina. Y allí, entre baño y chapuzón, entre refresco (los mayores de edad lean cervecita fría) y refresco (ahora se puede leer “un fresquísimo vargas”), entre risas y exclamaciones chispeantes de los más jóvenes, con abaniqueos intensos de los más acalorados, a la sombra de los árboles y al son de unas guitarras, se pudo escuchar algunas de las tradicionales habaneras de nuestro pueblo.
A eso de las horas del hambre, nuestro anfitrión, Pepe Mata, nos preparó para saciarla una deliciosa paella, unas chuletillas de cordero que quitaban el “sentío”, y que con tanta actividad, nos fue sencillo dar buena cuenta de todo.
Para que nadie se durmiera, a los postres, se organizó un bingo, y un sorteo de regalos donados por distintos miembros de la Asociación. En otro ratito de tiempo libre se pudieron ver mesas en las que pontanos y forasteros recordaban a su tierra, también, jugando a la ronda y baciga, y otros juegos de naipes.
Tras este tiempo de reposo, y de vuelta en la placita de toros, y después de entretenidos juegos populares y más carreras y más “pases con sentimiento”, con las vaquillas sabiendo más que los “ratones coloraos” se dio fin a esta fase de la jornada. No quedaba otra que agradecer los esfuerzos y “arrojos”, y por eso se llevó a cabo la entrega de diplomas y trofeos para los más destacados (todos recibieron premios).
Después de una suculenta merienda, a base de sardinas (donadas, como en años anteriores, por nuestro hermano Lucas Ramírez que quiere continuar la tradición que empezó con nuestro llorado Miguel Rosales Bachot), chorizos y morcillas, sangrías y refrescos, fue dándose por terminada la fiesta.
Cansados, pero satisfechos y reconfortados por haber pasado otro día más juntos, añorando y haciendo Puente Genil, a eso de las nueve y media de la noche, cada uno puso rumbo a su casa.
Grandioso y divertido día de campo que hemos recuperado, y que esperamos repetir el año que viene si Jesús Nazareno quiere.
Como en años anteriores, el lugar escogido fue el “Rancho Santa Mónica”, sito en Villasequilla, provincia de Toledo, a unos 60 Km de Madrid. Una finca de gran extensión, que abarca en sus instalaciones una importante variedad de infraestructuras dedicadas a actividades lúdicas y festivas.
La fiesta comenzaba a las once de la mañana, y a esa hora tenían prevista la llegada a Villasequilla tanto los socios que se desplazaban en su coches particulares, como los que lo hacía de forma gratuita, puesto que lo subvenciona la Asociación, en el autocar. Ómnibus que fue recibido por expertos caballistas, y escoltado hacia el interior del rancho, donde ya estaba preparado el almuerzo con el que fuimos acogidos: tortilla española, jamón y queso, regados con una sangría fresquita y bebidas sin alcohol para los más pequeños.
Una vez dimos buena cuenta de tan apetitosas viandas, un improvisado jurado debía dilucidar quiénes serían los reyes de la fiesta. Los aspirantes/as, tras verse en la necesidad de hacer un simpatiquísimo desfile, al son de marchosa música y ante la concurrencia, si cual Pasarela Cibeles se tratase, fueron benévolamente juzgados por un improvisado comité que nombraba a la Reina, Rey y Reina infantil de la Fiesta Campera.
Una vez en la plaza, los más atrevidos, protegidos con percales y franelas, unos con más arte que otros y otros con más valor que unos, corrieron delante (asustados) y detrás (también asustados) de los astados e intentaron “torear” a los becerros que iban saliendo por la puerta de toriles, hasta tres, de menor a mayor tamaño, y que fueron “lidiados” por los espontáneos toreros. Algún que otro revolcón hubo, pero sin consecuencias significativas. Fue curioso que los revolcones más contundentes fueran los de Florentino y Juan Manuel Franco, excelentes toreadores, padre e hijo, hermanos del evangelio los dos y cuya figura preferida es San Lucas, cuyo símbolo es El Toro. Sería por eso por lo que no recibieron más, porque motivos hicieron.
Después de la divertida capea, disfrutamos de tiempo libre, en el que, y debido al calor que hacía, la mayoría optamos por un apetecible “remojón” en la piscina. Y allí, entre baño y chapuzón, entre refresco (los mayores de edad lean cervecita fría) y refresco (ahora se puede leer “un fresquísimo vargas”), entre risas y exclamaciones chispeantes de los más jóvenes, con abaniqueos intensos de los más acalorados, a la sombra de los árboles y al son de unas guitarras, se pudo escuchar algunas de las tradicionales habaneras de nuestro pueblo.
A eso de las horas del hambre, nuestro anfitrión, Pepe Mata, nos preparó para saciarla una deliciosa paella, unas chuletillas de cordero que quitaban el “sentío”, y que con tanta actividad, nos fue sencillo dar buena cuenta de todo.
Para que nadie se durmiera, a los postres, se organizó un bingo, y un sorteo de regalos donados por distintos miembros de la Asociación. En otro ratito de tiempo libre se pudieron ver mesas en las que pontanos y forasteros recordaban a su tierra, también, jugando a la ronda y baciga, y otros juegos de naipes.
Tras este tiempo de reposo, y de vuelta en la placita de toros, y después de entretenidos juegos populares y más carreras y más “pases con sentimiento”, con las vaquillas sabiendo más que los “ratones coloraos” se dio fin a esta fase de la jornada. No quedaba otra que agradecer los esfuerzos y “arrojos”, y por eso se llevó a cabo la entrega de diplomas y trofeos para los más destacados (todos recibieron premios).
Después de una suculenta merienda, a base de sardinas (donadas, como en años anteriores, por nuestro hermano Lucas Ramírez que quiere continuar la tradición que empezó con nuestro llorado Miguel Rosales Bachot), chorizos y morcillas, sangrías y refrescos, fue dándose por terminada la fiesta.
Cansados, pero satisfechos y reconfortados por haber pasado otro día más juntos, añorando y haciendo Puente Genil, a eso de las nueve y media de la noche, cada uno puso rumbo a su casa.
Grandioso y divertido día de campo que hemos recuperado, y que esperamos repetir el año que viene si Jesús Nazareno quiere.
Por Rafael Borrego
Querido Lucas:
ResponderEliminarQuiero ser el primero en felicitarte por este iniciativa que ya es una realidad, espero poder anunciarla el próximo domingo como iniciativa y novedad para este curso. Enhorabuena Hermano
Abrazos de Carlos Mora
Buen trabajo, no esperaba menos de ti, Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo hermano. Jose hervias